/ Aderanti Adepoju
Introducción
La causa más importante de los movimientos espontáneos de población, registrados en los últimos años entre las naciones y dentro de ellas, radica en la creciente disparidad de niveles de desarrollo que existe entre los estados. Sus causas y sus consecuencias tienen dimensiones económicas, políticas, sociales y demográficas [Heisel, 1982]. La migración, por su naturaleza misma, involucra cuando menos tres actores fundamentales: el emigrante, una región o país de origen y una región o país de destino. Mientras que las migraciones internas, en principio, suponen movimientos de individuos libres de restricciones jurídicas dentro de un territorio geográficamente definido, un migrante internacional se ve invariablemente confrontado con una serie de normas y disposiciones, a veces complejas, primero al salir del país de origen, y luego al entrar, residir, y eventualmente salir del país receptor.En Africa, como en todas las regiones en vías de desarrollo, la evolución histórica y las fases de desarrollo político para comprender las migraciones en general, la distinción entre migraciones internas y migraciones internacionales y las conexiones entre ellas, sus causas y los problemas que plantean a los gobiernos. De especial interés en el contexto africano son los efectos de la demarcación de fronteras nacionales, la aparición, desde comienzos de la década de 1960, de estados nacionales independientes, y sobre todo la promulgación de disposiciones y normas que rigen la inmigración. Estas regulaciones han introducido una sutil distinción entre migraciones internas y migraciones internacionales -formas ambas de lo que otrora fuera libre desplazamiento a través de extensas áreas de Africa- y, en el caso de las migraciones internacionales, una diferenciación entre inmigrantes legales e ilegales. A continuación analizamos estas relaciones en el marco de las causas que originan los movimientos de población y de las respuestas de los gobiernos a los mismos.
Las migraciones en Africa: breve panorama histórico
El fenómeno de la migración en Africa se entiende mejor en el contexto de la evolución política e histórica de las sociedades africanas. Los efectos de la colonización y la descolonización sobre la economía, e indirectamente sobre las migraciones, son particularmente perceptibles cuando se examinan en el contexto de las tres eras históricas: precolonial, colonial y postcolonial. En la era precolonial, los movimientos de población en Africa se vinculaban sobre todo con las condiciones ecológicas y sociopolíticas predominantes, especialmente las sanguinarias guerras tribales, los desastres naturales y la búsqueda de tierras cultivables o aptas para la colonización. Eran, pues, movimientos desprovistos de estructura, colectivos y sin distinciones demográficas específicas [ECA, 1981; Adepoju, 1979]. El régimen colonial abrió el camino para la paz y la estabilidad política; los movimientos migratorios relacionados con las guerras tribales cesaron o se redujeron, pero desde entonces han reaparecido con pautas diferentes, en forma de éxodos de refugiados cuando naciones independientes entablan guerras, como en el caso del conflicto entre Etiopía y Somalia, de las luchas intestinas del Chad, Angola, Uganda y Nigeria y las guerras de liberación en Africa Occidental, Central y Meridional. Los desastres naturales persisten: la sequía de la región del Sahel, en Africa occidental y parte de la oriental, obligó a miles de personas a abandonar sus hogares, sin excluir a mujeres y niños. La búsqueda de tierras nuevas o fértiles aún continúa y el número de pobres sin tierras propias ha aumentado considerablemente, sobre todo en Africa Oriental. La introducción de incentivos y de diversas medidas coercitivas durante la era colonial respondía más que nada al propósito de satisfacer las crecientes demandas de mano de obra en las minas y las plantaciones. En Africa Occidental, la administración colonial francesa recurría a distintas formas de reclutamiento forzoso de mano de obra (en Alto Volta y Malí, por ejemplo). En Africa Oriental y Meridional, en cambio, la coerción fue sustituida por una serie de vigorosas medidas económicas para inducir a una mano de obra de la calidad y en la cantidad requeridas a trabajar en minas y plantaciones. En Sudáfrica, en particular, desde 1963, se ha impedido que las familias de los trabajadores vivan con ellos en los sitios de trabajo, lo cual, sumado a los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo, motivó inicialmente una rápida rotación de la mano de obra. En realidad, las condiciones que favorecían tal situación tenían por objeto mantener bajos salarios apenas suficientes para subsistir. Además, cuando las arduas tareas reducían la productividad de los trabajadores -a quienes se contrataba por periodos no superiores a dos años- los agobiados y exhaustos jornaleros eran reemplazados a fin de mantener e incluso aumentar la productividad. Ahí radica, en el contexto africano, la pauta de la migración temporal prefijada que trae consigo la migración internacional: los trabajadores van y vienen entre su hogar y las minas, desilusionados por la mediocridad de la ganancia y la insuficiencia de los servicios sociales. En algunos casos, prefieren volver definitivamente a sus regiones de origen antes que continuar en las minas y plantaciones donde las condiciones de trabajo son realmente deshumanizadoras. En este contexto, es un error explicar el carácter temporal de las migraciones en Africa Oriental y Meridional en términos de necesidades preestablecidas. Los factores subyacentes deben buscarse en la organización de las tareas, en las condiciones de vida y de trabajo que normalmente no permiten una existencia decorosa. Así, cuando las condiciones de trabajo mejoran, los trabajadores se tornan más estables e "interesados por su cometido", y en realidad atraen a otros trabajadores, como sucedió en Zambia, la República Unida del Camerún (en las plantaciones de la antigua Guinea Española) y Nigeria. Cuando llegó la independencia, estas migraciones se institucionalizaron, pero para entonces ya se habían eliminado en Africa Occidental y Oriental varias prácticas restrictivas referentes a la reunión de las familias y a los sistemas de residencia y contratación laboral. No obstante, dichas prácticas siguen aplicándose, acaso más rigurosamente aún, en Sudáfrica. En la actualidad, una serie de presiones externas impuestas a las estrategias de desarrollo interno en Africa afectan invariablemente la estructura de las posibilidades ofrecidas a la población local, especialmente en zonas rurales. Las políticas de las grandes sociedades internacionales con respecto a la inversión que afianza las estrategias de desarrollo nacional ejercen un impacto considerable sobre la organización política, social y económica interna de cada país, especialmente en lo que se refiere a la ubicación y los tipos de oportunidades de empleo, ingresos y condiciones de vida, lo que a su vez ha influido sobre la migración, tanto interna como internacional, en Africa.
La migración: causas y relaciones
En el creciente número de publicaciones relativas a las migraciones, tanto internas como internacionales, tiende a prevalecer la idea de que las consideraciones económicas son de primordial importancia en la decisión de emigrar, que responde en última instancia al deseo de los interesados de mejorar su situación económica. Si tal es el caso, entonces la migración podrá concebirse como una reacción -a veces exagerada- a incentivos económicos que en gran medida surgen de desequilibrios económicos intersectoriales e intrasectoriales, así como entre países y regiones. Estos postulados plantean dos cuestiones: ¿qué factores determinan -y en realidad acentúan- tales desequilibrios estructurales entre los países y dentro de los mismos y qué relación guardan estos últimos con la migración? [Adepoju, 1979]. La segunda de estas preguntas plantea el problema no sólo de la función que desempeñan las redes de información en lo que atañe a la gama de oportunidades disponibles, sino también de la facilidad de la migración a pesar de los obstáculos y las barreras, las restricciones y las normas que rigen la migración dentro y a través de las fronteras nacionales. Aquí conviene establecer una sutil distinción entre las migraciones internas y las migraciones internacionales. Se supone que un migrante internacional en situación regular se atiene a una serie de requisitos que rigen la entrada y la residencia en otro país. Sólo algunos países africanos disponen de leyes estructuradas en materia de inmigración, y menos aún hacen cumplir con rigor dichas leyes, con la notable excepción de la República deSudáfrica. De todos modos, estas disposiciones son generalmente burladas por los migrantes, en forma deliberada o por pura ignorancia de su existencia [Condé, 1979; Adepoju, 1983]. La migración interna sobreviene en gran parte como respuesta a desequilibrios entre las distintas regiones de un país, y su dirección dominante está determinada por la implantación de los proyectos generadores de empleo. Así, cuando la inversión tanto pública como privada se concentra en la ciudad más importante (a menudo la capital), como sucede en la mayoría de los países africanos, la principal corriente migratoria se dirigirá sin duda hacia esa ciudad. No obstante, si las plantaciones, minas y otras empresas se hallan en áreas rurales y ofrecen más fácilmente oportunidades de empleo y de otra índole, es natural que se produzca una sustancial corriente migratoria intrarrural, como sucede en la República Unida del Camerún, Kenya, etc. De modo semejante, la migración internacional significa, en muy amplia medida, que existen desigualdades en el desarrollo, las oportunidades de empleo, y especialmente las condiciones de vida y de ingresos entre los países, sobre todo entre los países desarrollados y las naciones en vías de desarrollo. En ausencia de restricciones rigurosas a la entrada en un país, y cuando la difusión de información sobre la gama de oportunidades que se ofrecen en diferentes lugares es rápida y eficaz, la migración suele responder (con presteza) a tan positivas -y con frecuencia exageradas- señales. No obstante, como las migraciones internacionales (acaso en mayor medida que las migraciones internas) tienen consecuencias políticas, socioeconómicas y demográficas tanto para los países de partida como para los de llegada, se han establecido y se aplican una serie de disposiciones legales para seleccionar y, cuando necesario, restringir, la afluencia masiva de inmigrantes a los países de destino. Es evidente pues que las migraciones, tanto internas como internacionales (voluntarias), en general provienen del mismo conjunto de causas fundamentales: sin embargo, las limitaciones impuestas a las migraciones internacionales son más severas, o se hacen cumplir más expeditivamente. Esto en realidad explica, por ejemplo, que el volumen de las migraciones internas sea, según Zachariah y Condé [1981], el doble que el de las migraciones internacionales en Africa Occidental. La relación entre ambas formas de migración y los factores que sobre ellas influyen también implican -siempre en el contexto de Africa Occidental- que: En general, la migración interna es una prolongación de la migración externa. La dirección es más o menos la misma: desde las zonas interiores de un país hacia las áreas costeras. Existe una relación general negativa entre emigración y migración interna y una relación positiva entre inmigración y migración interna. El índice de migración interna era bajo en el Alto Volta y el Togo donde los índices de emigración definitiva eran elevados; era alto en cambio, en Ghana, la Costa de Marfil y el Senegal, donde el índice de emigración de nativos era realmente bajo. [...Así] áreas con un índice de migración interna elevado tenían un índice de inmigración alto [Zachariah y Condé, 1981]. Teóricamente, la migración internacional y la migración interna son complementarias y pueden realmente suplirse una a otra. En primer lugar, como hemos visto, ambas provienen de un conjunto de factores sociales y económicos interdependientes pero tienen que ver principalmente con la búsqueda de un mayor bienestar por parte de los migrantes salvo, naturalmente, en el caso de quienes se desplazan por causa de desastres naturales (sequía, hambruna) o de los que huyen de la guerra o la opresión política (refugiados), excepto los llamados refugiados "económicos". Desde la perspectiva de los gobiernos, el desarrollo normalmente tiene el efecto inicial de estimular la migración -tanto interna como internacional- a corto plazo. A más largo plazo, en cambio, un instrumento viable para refrenar o prevenir una importante emigración eventual hacia los países ricos o para inducir a los emigrantes a regresar a casa es el desarrollo sostenido en los países exportadores de mano de obra. Esta estrategia se basa en la noción de que la emigración se debe en gran parte a la incapacidad de los migrantes de satisfacer sus aspiraciones en el marco de las posibilidades que le ofrece su localidad o su país. La pregunta que interesa a los gobiernos es la siguiente: ¿Cómo estructurar el desarrollo para ofrecer soluciones alternativas locales a la migración internacional? Esta cuestión es especialmente crítica en países como Botswana, Lesotho y Swazilandia, que dependen fuertemente de la exportación de fuerza de trabajo a las minas de Sudáfrica. Un ejemplo obvio en Africa Occidental es el Alto Volta, país también tradicionalmente exportador de mano de obra. (Más adelante examinamos más detalladamente este aspecto). Las razones que se asocian con las migraciones internacionales no son exclusivamente económicas. Como señala Speare [1974], "en las migraciones internacionales, los factores políticos son con frecuencia más importantes que los económicos". Las exigencias formuladas por ciertos estados de que se reajustaran las fronteras arbitrariamente trazadas por la administración colonial y que dividen grupos étnicos y económicos homogéneos, "a fin de acomodarlas a las realidades socioculturales de los países afectados y reagrupar las poblaciones de grupos étnicos arbitrariamente asignados a diferentes países", los han conducido a la guerra [Adepoju, 1982]. Un ejemplo manifiesto es el caso de Somalia y Etiopía, o, en forma más atenuada, el del conflicto entre Nigeria y la República Unida del Camerún. Consecuencia de ello es, en todos los casos, la existencia de centenares de refugiados y personas desplazadas.
Tipología de las migraciones
El aspecto temporal de las migraciones tiene dos dimensiones, que son la distancia recorrida y la duración de la residencia en el punto de destino. Según una tipología de las migraciones esbozada anteriormente por el autor del presente artículo, esencialmente con respecto a las migraciones internas, éstas pueden clasificarse en función de la dirección, el tipo de desplazamiento, la distancia y la duración de la residencia. La misma tipología, con algunas modificaciones, puede extenderse a las migraciones internacionales. Por ejemplo, la dirección es un factor esencial para ambas formas de migración, al igual que la dimensión temporal. La pertinencia del factor distancia depende, sin embargo, de la extensión del país que se considere. Es lo que se desprende de un estudio de la Organización de las Naciones Unidas [1982], en el que se indica brevemente que debido a la extensión relativamente pequeña de los Estados africanos, comparada con la de otras regiones en desarrollo, ciertos tipos de inmigración que en otros puntos del globo entrarían en la categoría de movimientos internos, en Africa son transnacionales. Así, el desplazamiento entre Lagos y Maiduguri, en Nigeria, a través de unos 1700 km, se clasifica como migración interna según el criterio espacial de distancia, mientras que un individuo que se traslada de Idiroko en Nigeria a Ifoyin en la República de Benin -distancia de unos 10 km- es ya un migrante internacional; otro tanto ocurre con los trabajadores de zonas fronterizas, que residen con sus familias a un lado de una frontera nacional y se dirigen diariamente a sus tierras de cultivo situadas al otro lado de la misma, como sucede entre Kenya y Uganda, Ghana y el Togo o Nigeria y Benin. Como nos recuerdan Kumepor y Looky [1974], y los ejemplos podrían multiplicarse, la distancia entre la mayor parte de las ciudades natales de los togoleses y sus residencias en Ghana no suele ser grande, y en la mayoría de los casos es más corta que la que media entre los hogares de los ghaneses de regiones como Ashanti, Brong-Ahafo y la región septentrional y la capital Accra donde tienen su residencia. El factor distancia permite a la mayor parte de los togoleses residentes en Ghana hacer frecuentes visitas a sus casas mientras mantienen en dicho país una residencia semipermanente. Los países del Sahel (Senegal, Mauritania, Malí, Alto Volta, Níger y el Chad) son muy pobres y la mayor parte de su población está compuesta por nómadas, seminómadas y labradores sedentarios [Marnham, 1979]. Entre los nómadas, los más numerosos, dedicados al pastoreo, son los fulani (también conocidos por peulh) que viven en Níger, Malí, el Alto Volta, Nigeria y el Senegal. La tierra natal de algunas tribus nómadas ha sido dividida por fronteras, como es el caso del territorio de Teda, repartido entre el Chad y la Jamahiriya Arabe Libia. En realidad, las fronteras coloniales impuestas arbitrariamente constituyen un serio obstáculo para la libre circulación de los nómadas. De todos modos, los nómadas cruzan con frecuencia las fronteras entre Kenya, Etiopía y Somalia durante el periodo en que buscan agua. En realidad, nómadas de etnia somalí se encuentran en Djibuti, Kenya, Etiopía y, naturalmente en Somalia. Como ya lo he señalado[1979], las migraciones a través de fronteras nacionales, especialmente en Africa Occidental, eran frecuentes antes de la independencia política y de la aparición de fronteras territoriales bien definidas; por lo demás, la consolidación de las mismas ha tenido un efecto mínimo, ya que la mayoría de los migrantes se desplazan con absoluta libertad, sin preocuparse por las "fronteras artificiales". Esto significa que muchos movimientos de población que se desplazan dentro del continente no son "enteramente internacionales en el sentido tradicional de la palabra" [Appleyard, 1981]. Volviendo a la situación de Africa Occidental, los trabajadores migrantes estacionales y temporeros que cruzan las fronteras consideran que sus movimientos "son una simple prolongación, allende las fronteras de los estados, de sus desplazamientos internos y de la migración entre distintas áreas rurales" [OIT, 1975]. A decir verdad, en la mayoría de los casos es difícil establecer cuándo cruza realmente un viajero fronteras internacionales. La mezcla de pueblos, los llamados grupos étnicos, es a veces sumamente fascinante: los mendi viven en Liberia y Sierra Leona, como también los vais y los kroos; los yorubas se encuentran en Nigeria y Benin, como los ewes en Togo y Ghana. Appleyard [1981] observa que "probablemente existe sólo una diferencia sutil entre ciertos tipos de migración clandestina y de trabajadores (especialmente en el continente africano), y por eso cualquier intento de ser rigurosos en las definiciones, aunque encomiable, no puede emprenderse con optimismo". No obstante, este autor recomienda que "se contemple también la imperiosa necesidad de elaborar una nueva tipología y clasificación". Otro ámbito de interés es el de las migraciones en cadena y en grupos, que, en Africa, pueden ser tanto internas como internacionales. A diferencia del caso de las migraciones "voluntarias", que responden principalmente a factores económicos, las migraciones masivas, dentro y fuera de las fronteras nacionales en Africa, no están vinculadas a consideraciones económicas, sino más bien a factores políticos y religiosos, y a veces a catástrofes naturales. Además de los movimientos multitudinarios de refugiados (víctimas de guerras y disturbios civiles), expulsados (migrantes en situación irregular) o peregrinos que son casos particulares, también se dan casos de migraciones colectivas tanto internas como internacionales. Un ejemplo de las primeras es el de los arrendatarios de tierras de cultivo de Nigeria Meridional. También se han registrado migraciones espontáneas de grupos en Ghana, Etiopía, Kenya y Zambia, consecuencia de planes de colonización y asentamiento. Como ya el autor de este artículo [1983] observaba: Las migraciones colectivas de comunidades homogéneas no se limitan a las migraciones internas, sino que han sido también muy importantes en el caso de los movimientos internacionales. El ejemplo más conocido es el de los nigerianos que han emigrado a Ghana, el Togo y la República de Benin. Grupos de yorubas proceden de las mismas localidades de Nigeria y emigran a destinos específicos. Estos emigrantes por lo común proceden del mismo pueblo o ciudad, y con frecuencia emigran en grupos o en cadena desde el área natal hasta los puntos de destino. A falta de cauces oficiales de asistencia, los migrantes africanos confían en la red de relaciones sociales -amigos, parientes, paisanos- que les dan el aviso de partida, les proporcionan alojamiento a la llegada y los ayudan a obtener un empleo. Condé [1983] documenta un ejemplo esclarecedor de esta característica de los inmigrantes "ilegales" procedentes de Malí, el Senegal y Mauritania y residentes en Francia. Dice: La solidaridad de clan es de una eficacia plena: hermanos, tíos y primos alojan a sus hermanos, primos y sobrinos, etc. [...] En los albergues se encuentran comunidades diversas. [...] Cada comunidad tiende a reagruparse. Lo que más distingue a la comunidad negra, especialmente a los soninkes y toucouleurs, es que se reagrupan por poblados de origen. [...] Cada inmigrante conserva su posición y rango lugareño. [...] Se presta ayuda a quienes la necesitan, merced a un fondo comunitario: por ejemplo, a los que no han encontrado aún empleo o están en paro. La observación anterior, y otras semejantes, indican que los migrantes africanos -internos e internacionales- conservan un prototipo de la estructura sociocultural de la comunidad natal y consideran su lugar temporal de residencia como una extensión o prolongación de la comunidad de origen. La observación de Zachariah y Condé [1981] según la cual la emigración es simplemente una ampliación de la migración interna dentro del continente puede, si nos atenemos a las puntualizaciones de Condé, ser extrapolada a la situación exterior a la región africana. Definición de una política: las migraciones internas como alternativa de las migraciones internacionales. En Africa, la migración rural es una alternativa al éxodo rural, dadas las características no sólo de los migrantes (que son predominantemente personas sin instrucción general ni calificación profesional, de edad adulta media), sino también de la economía rural. La diversidad ecológica, la evolución cíclica de la demanda de mano de obra en la región, la disparidad de los recursos locales y la localización de los proyectos agrícolas, especialmente en el Camerún, Kenya y Tanzania, constituyen los principales factores de atracción de los migrantes hacia el sector rural. En Africa Occidental, asimismo, la mayoría de los migrantes se desplazan de una zona rural a otra [OIT, 1975]. Esta observación también es aplicable a Kenya, donde, según Livingstone [1981], la principal corriente migratoria es, en efecto, de tipo intrarrural, al igual que el 60% de las migraciones internas en Ghana, según indica el censo de 1970. Así como la migración rural-rural sirve de alternativa viable a la migración rural-urbana para una gran proporción de migrantes africanos, así también la migración internacional se dirige en gran parte hacia áreas rurales de los puntos de destino. El caso de los trabajadores migrantes fronterizos es más claro: éstos cruzan las fronteras nacionales regularmente para trabajar en las zonas rurales del país vecino. En Zambia, por ejemplo, el 60% de los inmigrantes africanos residían en las zonas rurales en 1963. Los que se dirigían a las zonas urbanas (32%) eran principalmente obreros calificados [Ohadike y Tesfaghiorghis, 1974]. En 1960, dos tercos (el 67%) de los extranjeros residentes en Ghana vivían en áreas rurales; este porcentaje descendió ligeramente a 65% en 1970 [Zachariah y Condé, 1981]. Esta pauta también se aplica a los refugiados. En Africa, son en su mayoría de origen rural y casi todos ellos viven en áreas rurales de los países de asilo, bien en colonias rurales organizadas -como en el Sudán, Tanzania y Somalia- o bien mezclados con la población local, como sucede en Somalia. En realidad, se calcula que alrededor del 60% de los refugiados africanos viven fuera de las colonias y campamentos organizados, con las poblaciones locales [Adepoju, 1982 y referencias citadas al final de este artículo]. Esta conclusión no es totalmente válida: hay algunas excepciones. El Sudán -donde se calcula que un 50% de los refugiados se ha asentado en áreas urbanas- tiene fama de contar con la población refugiada urbana más numerosa de Africa. Por lo general, los refugiados africanos, especialmente en el Sudán, Djibuti y Tanzania, se unen a los migrantes internos en sus desplazamientos hacia áreas urbanas o rurales y compiten con ellos por los puestos de trabajo y otras oportunidades disponibles. Campbell [1981] indicaba también que en Liberia el 5% de la población mayor de diez años, en 1974, eran inmigrantes de los cuales el 64% vivía en las áreas urbanas. En una palabra, los inmigrantes, incluidos los "refugiados", compiten en Africa por los escasos empleos asalariados disponibles, tanto en los sectores urbanos como en los rurales; algunos de ellos cubren las vacantes dejadas por los nativos que han emigrado a su vez al extranjero. Además, los migrantes internos de origen rural compiten en las ciudades por puestos de trabajo anteriormente ocupados por nativos que emigraron al extranjero en busca de mejores oportunidades económicas y de otra índole. En la República Unida del Camerún, por ejemplo, donde últimamente las migraciones de tipo rural-rural tienden a dirigirse hacia las ciudades (en gran medida debido a los bajos salarios que se pagan en las plantaciones) los jornaleros emigran a centros urbanos y están siendo reemplazados por inmigrantes nigerianos que posteriormente emprenden actividades de tipo comercial en las ciudades y algunas veces en las mismas áreas rurales [Gwan, 1976; Adepoju, 1983]. Conde [1979] también da un ejemplo esclarecedor de esta misma pauta tal como se manifiesta en Argelia y Túnez (donde los migrantes rurales ocupan puestos de trabajo dejados vacantes por emigrantes de origen urbano que se habían trasladado anteriormente a Francia) y en Africa Occidental, donde los migrantes rurales del Alto Volta y Malí toman el lugar de los emigrantes a Gabón. Una serie de factores económicos y políticos influyen en la estructura de oportunidades de un país, e indirectamente en el ritmo y la dirección de las migraciones, tanto internas como internacionales. Cuando la economía de una país se revitaliza y las oportunidades de empleo mejoran considerablemente, los nativos emigrados a otros países pueden sentirse incitados a volver, como en el caso de Italia y Grecia. El corolario lógico -es decir: que el deterioro de la situación económica convierte a países importadores de mano de obra en exportadores de la misma- se ejemplifica en situaciones como la de Ghana que, hasta 1970, era uno de los principales países de inmigración de Africa Occidental. Sus cultivos de cacao y sus minas de diamantes atraían inmigrantes del Togo, Nigeria, el Alto Volta y Malí. Además, las migraciones internas eran muy importantes [Zachariah y Condé, 1981]. Pero el deterioro de la situación económica y política forzó a emigrar a una proporción muy apreciable de la población adulta, incluidos los migrantes interregionales que se dirigieron especialmente a Nigeria y fuera del continente africano. Hoy día, Ghana es un país de emigración de mano de obra, tanto calificada como no calificada, situación con escasas probabilidades de invertirse durante la próxima década. En Zambia, por ejemplo, se importaba, con elevado costo, la mano de obra calificada, europeos y africanos indistintamente, para dirigir y hacer funcionar las industrias y las minas de cobre del país. La proporción de inmigrantes en la fuerza de trabajo llegó al máximo alrededor de 1960: en el periodo 1960-1964, constituían el 24% de la mano de obra total [Ohadike y Tesfaghiorghis, 1974], porcentaje que descendió al 19,9 en 1966. Desde la independencia, proclamada en 1964, el Gobierno de Zambia actuó rápidamente para fomentar la "indigenización" de los puestos de trabajo en todo el país. Ohadike y Tesfaghiorghis [1974] observaron que: La independencia política en Zambia y en los vecinos países de origen de los inmigrantes ha introducido limitaciones económicas y legales que afectan el intercambio de migrantes entre estos países. En Zambia, la concesión de visados y permisos de trabajo está reglamentada, mientras que en los países de origen la independencia política ha traído consigo oportunidades económicas alternativas y concurrentes que tienen una incidencia negativa en la emigración a Zambia. En otras palabras, el desarrollo social y económico que siguió a la independencia en los países de emigración vecinos ha contribuido a contener o reducir la afluencia de inmigrantes a Zambia. Al mismo tiempo, la disponibilidad de empleos alternativos y de las consiguientes oportunidades en los países natales estimuló el regreso al hogar de los inmigrantes, mientras que los autóctonos se hacían cargo de algunos de los puestos de trabajo dejados vacantes en Zambia. Las causas de esta evolución no son exclusivamente económicas, tienen también dimensiones políticas. Aparte de los esfuerzos realizados por los gobiernos nacionales para restringir el libre paso de las fronteras, introduciendo visados, pasaportes, monedas nacionales y diversas formas de obstáculos a la inmigración, una serie de hechos políticos recientes ha mermado considerablemente las migraciones internacionales de mano de obra, especialmente en Africa Oriental y Meridional. Por ejemplo, Zambia y Tanzania en particular, consecuentes con sus políticas contra el apartheid, han prohibido a sus ciudadanos emigrar como jornaleros a las minas de Sudáfrica. Antes de la independencia, Zimbabwe y Mozambique se contaban entre los principales abastecedores de trabajadores migrantes a la República de Sudáfrica. Mozambique coartó la emigración de sus nativos a dicho país muy poco después de la independencia. También Zimbabwe suprimió eficazmente el suministro de mano de obra emigrante a las minas de Sudáfrica y mandó cerrar todas las oficinas de contratación de mano de obra que había en el país. Con anterioridad, en 1974, a raíz de la catástrofe aérea de Francistown en la que perdieron la vida 82 migrantes contratados, el Gobierno de Malawi prohibió dicha contratación pero permitió a los que ya estaban en Sudáfrica que cumplieran sus contratos [Elkan, 1978]. Los Gobiernos de Botswana, Lesotho y Swazilandia están cada vez más preocupados por los efectos negativos de la extrema dependencia que acarrea la exportación de mano de obra (migrante) a las minas de Sudáfrica, tanto más en una situación en que la demanda de fuerza de trabajo extranjera ha ido menguando en Sudáfrica debido principalmente al creciente desempleo que se registra en dicho país. La llamada política de "internacionalización", el peligro que implica depender en forma permanente de la fuerza de trabajo extranjera y determinados cambios legislativos han hecho aumentar recientemente la demanda de mano de obra local. Al mismo tiempo, el creciente desempleo, especialmente en el sector industrial, ha obligado a la población negra a aceptar "a regañadientes" puestos de trabajo en las minas de oro -la ocupación menos deseada [Stahl, 1982]- llenando con ello el vacío resultante de la escasez de jornaleros inmigrantes procedentes de los países tradicionalmente abastecedores de mano de obra. En estas condiciones, es absolutamente indispensable que los principales países exportadores de fuerza de trabajo -Botswana, Lesotho y Swazilandia- apliquen enérgicamente estrategias que estimulen las oportunidades de empleo a fin de reducir la emigración de sus ciudadanos. Análoga recomendación cabría hacer al Alto Volta y Malí, pues en todos estos países las adecuadas estrategias de desarrollo centradas en la creación de empleos pueden ofrecer alternativas locales a la migración internacional.
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